El riesgo de tener una autoestima inflada
Aunque todos debemos tratar de velar por nuestro propio bienestar cuidando de nuestra autoestima para que podamos superar los obstáculos que podamos encontrarnos, no hay que confundir el tener una autoestima sana con tener lo que se conoce con autoestima inflada o un exceso de ella. San Agustín dijo “la soberbia no es grandeza, sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”.
Todos conocemos a alguien que se vanagloria constantemente por aquello que ha conseguido en diferentes aspectos de su vida, con una actitud prácticamente soberbia. Esta clase de personas hacen todo lo que está en su mano, y en todo momento, por destacar sus capacidades frente a los otros, con la intención de que todos tengan presente lo maravillosos y superiores que son.
Eso, lejos de poder ser considerado un signo de tener una buena autoestima, es más bien un exceso de la misma o autoestima inflada. Cuando somos conscientes de nuestras capacidades y vivimos en armonía con nosotros mismos, no necesitamos buscar la aprobación de otros ya que nos aprobamos a nosotros mismos con nuestras virtudes y defectos, y no necesitamos aferrarnos a éxitos pasajeros para que nuestra existencia sea más soportable.
Esta clase de exceso puede terminar siendo igual de peligroso en la vida que la baja autoestima, y no hay que caer en la trampa de creer esas señales de humo. Detrás de una autoestima inflada se esconde una persona temerosa, frágil y débil a la que asusta aceptarse a sí misma y mostrarse tal cual es.
Por ello, si se detecta un problema de autoestima inflada es muy importante empezar un tratamiento para superar este problema basado en el temor, ya que plantándole cara desaparecerá la necesitad de estar siempre demostrando “lo valiosos que somos” y la vida será más plena.
Querernos a nosotros mismos es el primer paso para tener una autoestima sana. Aceptándonos tal cual somos, incluyendo nuestros defectos, podremos comenzar a vivir en armonía.